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del juego a la lectura

A través del juego desarrollamos habilidades que nos sirven para la vida y la lectura: comprender instrucciones, seguir reglas, respetar los tiempos de los demás, sobrellevar la frustración y gozar del éxito.

Buscamos formar jóvenes que “quieran leer”

La lectura solía estar asociada al saber y al desarrollo de competencias intelectuales. Que alguien fuese definido como buen lector era sinónimo de sabiondo o sabionda. No hay que profundizar mucho para que este tipo de creencias aflore en cualquier conversación sobre el gusto por leer.

El foco de la lectura en esta guía está puesto en el futuro lector, en el vínculo que creará con el libro, probablemente por primera vez, y en la experiencia que construirá sobre lo que lee. Proponemos una intervención del mediador tendiente a estimular la emoción que sentirá este lector incipiente ante un texto que responda a sus intereses y esto será posible solo cuando logre, en primer lugar, una relación con el o la joven que permita guiarlo o guiarla en esta nueva vivencia. Fabián, por ejemplo, aceptó comenzar a leer, siempre y cuando le lleváramos un libro sobre cómo ser un buen padre.

 

No buscamos formar jóvenes que “sepan leer”, sino jóvenes que “quieran leer”. Y para iniciar este proceso, utilizamos el juego como una estrategia para alcanzar el objetivo de que los o las jóvenes se acerquen a los libros. El juego, asociado comúnmente al ocio y a diversión, es en realidad un instrumento potente como medio de aprendizaje, entendimiento y socialización, lo que permite lograr un ambiente propicio para la lectura. 

Primer paso:

hojear un libro

Si se busca estimular la lectura, no es suficiente crear una actividad dinámica y entretenida, se requiere además de una planificación consciente por parte del mediador. Cualquier camino que tome tiene que tener como fin claro y preciso el despertar el amor por la lectura. Es verdad que nuestras sesiones se inician a través del juego, pero siempre terminan con una etapa de lectura individual o grupal, donde los jóvenes reciben la invitación a disfrutar de un libro, sin imponerles la obligación de leer.

Lo primero que incentivamos en los jóvenes es a tomar físicamente un libro, que lo hojeen, se detengan en sus páginas, revisen una que otra imagen y quizás lean algo al pasar y así, a través de la curiosidad, comenzar a generar una actitud positiva hacia este formato. 

Derribada esa primera barrera, viene el desafío de la lectura como una práctica placentera, donde la selección de libros es clave. No se pueden escoger libros sin considerar el contexto y a los lectores. No es lo mismo ver libros en un estante que desplegados sobre una mesa. No es lo mismo revisar un libro de hojas amarillas y mal encuadernado que un libro de formato grande e imágenes de calidad impresas en buen papel. No es lo mismo intentar leer el Mío Cid Campeador que un buen poema de Mauricio Redolés. 

Nosotras hemos constatado que activamos el interés por la lectura cuando los muchachos sienten que lo que están leyendo tiene sentido para sus vidas o se dan cuenta de que ellos también han vivido experiencias similares. “Ese sabe de lo que está hablando”, nos dijo Byron cuando nos explicó por qué le había gustado un libro sobre la rehabilitación de un adicto.  

El logro de esa conexión implica muchas sesiones de ensayo y error. La perseverancia, la creatividad y la autocrítica son claves para desarrollar una buena sesión porque el desafío es grande: soñamos con que nuestros lectores quieran seguir leyendo cuando dejen el taller.

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sugerimos el arte como exploración de Doris Sommer

Vale la pena ver la presentación de la académica Doris Sommer sobre “El arte como exploración” que da pistas acerca de las variadas formas que tenemos para despertar la curiosidad de los jóvenes.

Explore diferentes formatos

Existe un gran debate sobre la "mejor" forma de leer un libro, pero no hay evidencia científica concluyente sobre ninguna de ellas. “Así que mezcle las cosas”, aconseja el NYT. Puede comenzar tratando de que los o las jóvenes lean en voz alta o pidiéndole a alguien que lea un capítulo. (Los estudios muestran que cuando las personas leen un pasaje y luego hacen una prueba de lo leído, no lo hacen mejor que las personas a quienes se les ha leído el pasaje).

 

Si está abierto a diferentes formatos, como las versiones de audio o digitales, ampliará las posibilidades de lectura. Tener opciones significa que siempre los o las jóvenes tendrán un libro a su alcance.

¿Qué es lo que casi siempre tienen consigo? Su teléfono. Y las grandes pantallas de hoy han hecho que leer libros sea más fácil que nunca. Una aplicación de lectura, como Kindle u Overdrive, permite descargar libros digitalmente. O cuando están atrapados en la sala de espera del consultorio médico o su autobús avanza lento, pueden pasar el tiempo leyendo en lugar de leer las redes sociales. 

Proponga un audiolibro. La versión de audio de un libro puede ser tan buena como la impresa. Daniel Willingham, psicólogo de la Universidad de Virginia, señala que por esta vía "obtendrá lo esencial, no las sutilezas". Es decir, si bien el texto impreso es mejor “para integrar palabras o ideas, los audiolibros agregan alfabetización a momentos en los que de otro modo no habría ninguna".

 

No olvide que pueden descargar libros en versión digital y audiolibros de forma gratuita en muchas bibliotecas como la www.bpdigital.cl

Aproveche la ventaja de que los o las jóvenes pueden mezclar y combinar formatos, sincronizando sus dispositivos. No hay absolutamente nada de malo en escuchar un libro durante algunos capítulos y luego leerlo digitalmente por un tiempo, o viceversa.

Texto adaptado del New York Times.

https://www.nytimes.com/programs/better-reader/day-5

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